Comiendo como un indigente
Son las 12: 30 del día, salgo de recibir clase en Almendros y estoy que me como cualquier cosa con tal de calmar mis tripas. El sol calienta a más no poder como siempre en esta ciudad cochambrosa y la gente a mí alrededor comienza a sudar. Rápidamente camino hacia el primer piso y me encuentro con uno de los espectáculos más desastrosos y penosos en lo que respecta a la universidad Javeriana. Los pisos, escaleras, muritos y demás partes del espacio público del edificio Almendros están invadido por estudiantes que a falta de un comedor decente y mesas para alimentarse, se desparraman en el piso cual vil indigentes a comerse un filetico de pollo, o alguna que otra de esas carnitas o pastas que venden en los restaurantes de la universidad. Con rabia y disgusto, camino sobre todo el montón de mequetrefes que se dejaron imponer aquel castigo de comer en el suelo y no han ido a pelearle a las directivas. Realmente me toca hacer mas de una maroma, como jugando Twister para no pisarles el juguito, o las manos. Es increíble que la Pontificia Universidad Javeriana Cali, una institución tan respetable abalada por una de las compañías religiosas más antiguas del mundo y con semestres de tres millones de pesos para arriba ponga a sus estudiantes de estratos
Desde que me robaron el carro hace meses y volví al servicio público, tengo que almorzar en la universidad pues el lujo de irme hasta mi casa por una comida decente, me sale muy caro. Pero al ver que no hay sitios donde uno pueda disfrutar de tan agradable gusto de almorzar en las mejores condiciones, prefiero comerme un pastelito y meterme a los computadores como todo un desocupado.
Conozco muchas personas entre estas estudiantes y profesores que comparten mi preocupación y debido a las malas condiciones de espacio les toca comer lo que no quieren o renegar mientras lo hacen, porque el único espacio que encontraron fue un desgraciado muro. Es claro que la universidad se está expandiendo, dejando que ingresen más estudiantes y abriendo mejores carreras para un desarrollo integral en la ciudad. Pero así como sacan cupos deben pensar en su estructura arquitectónica y como ésta se está quedando pequeña frente al flujo de personas que semestre tras semestre ingresan.
Haciendo un sondeo a varias de aquellas personas que son felices estorbando mientras se alimentan, me di cuenta que ya disfrutan comer con el plato entre las piernas y se sienten más a gusto así. Realmente no se puede tener en cuenta esta opinión, pues se debe pensar en que este problema tiene mayores repercusiones como dar una mala imagen del plantel a gente externa, crear inconformidad en muchos estudiantes que nos toca deambular por aquellos espacios y nos vemos atropellados por dichos invasores que comen como desplazados del Caquetá. A esto hay que sumarle el malestar de muchos que les toca irse a otro lado a comer.
Realmente es irritante caminar por este edificio pasada la hora del almuerzo y encontrarse con un sin número de platos, algunos aún con comida, vasos, moscas y demás elementos con que muchos de aquellos insulsos que adoran comer en el suelo dejan tirados sin tener la mas mínima decencia de llevarlos al restaurante barato al que pertenecen. Me parece que así como en la universidad se han jodido a los pobres adictos al cigarrillo, prohibiendo su venta y haciendo campañas para que no se fume en espacios cerrados, (cosa que no me parece porque todo el mundo tiene derecho a fumar y el cigarrillo es una de las principales herramientas para el control de la sobrepoblación en el mundo pues lo no fumadores también mueren por respirarlo) se debe hacer campañas para que la gente no entorpezca el caminar de los demás estudiantes, pero la universidad también debe ir pensando en crear espacios para esos personajes que hasta planean en manadas, “en qué baldosa de Almendros me siento hoy”.
Por Daniel Vivas - Fotografía: Evelyn Sanabria
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