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“Boxeando en la guandoca”
Posted by Pasa la voz
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18:10
-¡Despertate pues huevon! – Fue lo primero que se escuchó ese día en el pasillo cuatro del patio 1-A de una cárcel colombiana. Omar un poco somnoliento, abrió sus ojos y soltó una pequeña sonrisa. El grito lo había emitido Gerardo, uno de tantos presos de este lugar. Gerardo y Omar eran muy unidos, los delitos y la violencia los había llevado a la “guandoca”, como ellos le llamaban.
-¡Despertate pues huevon! – repitió de nuevo Gerardo pero esta vez, lo hizo dándole una palmada en la cabeza a su amigo.
Omar abrió de nuevo sus ojos y con un poco de pereza se levantó y empezó a renegar entre dientes. Pronto comenzaría el torneo de Boxeo de convictos, Omar tenía que observar a los participantes y estar listo para iniciar. El torneo era realizado por Don Carlos, alias “El Hacha”, este era uno de los capos más temidos y debido a su gran influencia, había terminado en este patio con muchas comodidades. Su apodo de se lo había ganado por tener la manía de enviarles a sus enemigos, un hacha por correo antes de matarlos. Ninguna apuesta, negocio sucio, o movimiento ilegal era hecho dentro de este patio y en gran parte en toda la cárcel sin su consentimiento.
Ese día, “El Hacha” estaba impaciente, había oído de un tal Omar que tenía talento en el deporte de los guantes, el cual lo podía hacer ganar mucho dinero a la hora de apostar. Durante mucho tiempo, este capo había ganado dinero a costa de manejar a los mejores boxeadores de la cárcel, pero como algunos de estos habían hecho trampa y malas jugadas, el Alcaide ya no los dejaba participar. Así que necesitaban alguien nuevo y Omar podía ser su solución.
- !Ya le dije!, pruébeme a ese tipo a ver qué tal, si lo mata es que no era bueno. Le dijo Don Carlos a uno de sus subalternos antes que se fueran a buscar a Omar.
El entrenamiento de Omar comenzaba desde temprano. Varias vueltas a la cancha, practicar los golpes contra sacos, darle horas a una pera vieja que algún guardia había donado, hacer miles de flexiones, velitas, lagartijas y demás ejercicios que lo mantuvieran en forma. Sus guantes eran hechos en tela de Jean y rellenos de espuma, pero esto no era impedimento para que boxeara.
-¡Dale campeón, eso es, dale! ¡dale un gancho izquierdo! ¡Prueba ahora con tu derecha! ¡Eso sí, de nuevo por la izquierda, movimiento de pies! ¡Remátelo!… Se escuchaba gritar a Gerardo mientras Omar lanzaba golpes contra un saco.
En un momento el guardia de turno abandona el gran gimnasio, y entran al salón tres hombres de Don Carlos, estos son “Ringlete”, “El chori” y “Care Gallo”. Los presos empiezan a salir uno por uno pues huelen problemas, pero Gerardo y Omar siguen entrenando sin darse cuenta de la situación. Sin pensarlo dos veces “El Chori” se subió al Rin empujó a Gerardo, se quitó la camiseta y tocó a Omar en el hombro. Cuando este se volteó para ver quien lo llamó, recibió un golpe en todo el ojo derecho.
-¿Qué le pasa hijueputaaa?- Gritó Omar con una rabia desgarradora. "El Chori” se puso en posición de Boxear y empezó a lanzarle derechazos a Omar; Gerardo en el suelo sólo ve atónito, intentó pararse con la intención de detener la pelea, pero los otros dos hombres lo agarraron y lo amenazaron con un cuchillo, ahora sólo puede esperar a que su amigo salga de esta. “El Chori” es uno de esos “gordos vigas”, como dirían por ahí, con una agilidad increíble, y una fuerza brutal ganada a punta de reventar a mas de uno. De su pasado no se sabe nada ni por qué se había ganado su apodo.
Pasados cinco minutos, Omar tenía la cara ensangrentada y un párpado inflado por la sangre. Su adversario parecía estar disfrutando ese momento; aunque Omar es rápido , el gordo matón tiene mucha fuerza y un puño de este equivale casi a cinco de Omar, pues si se midieran por pesos, uno seria peso pluma y el otro “el peso pesado”
– !Mostra lo que tenés pues gonorrea! - gritó “El Chori”. Omar esquivó varios golpes y solo piensa en una táctica para derrotar al gordo boxeador. De pronto recuerda la historia de David y Goliat en la que un pequeño joven vence a un gigante, su fuerza empieza a volver a sus brazos, su mente se aclara y ahora sabe lo que tiene que hacer, debe buscar un punto débil, algo que pueda usar en contra de semejante gordo para tumbarlo. Así que se concentra y encuentra algo: su contrincante tiene una herida recién curada en la costilla izquierda, tal vez de un intento de homicidio o una riña. Omar decide lanzar una serie de golpes hacia esta parte del cuerpo.“El Chori” comienza a tambalearse gritando con dolor, este aprovecha la oportunidad y arremata con una lluvia desenfrenada de puños hacia las costillas de su oponente, el cual continua gritando y ha perdido el control de la pelea. Gerardo recupera la calma, y esboza una mueca de felicidad, pues su muchazo iba a salir de esta.
Un estruendo seco se escucha en el gimnasio, Gerardo gritó con rabia y Omar cayo inconsciente. A su lado estaba “El Chori” un poco aturdido pero con una sonrisa en la cara.
-!Pelea bien!, este sapo hijuepueta. Sino es por vos Ringlete” casi me noquea. “Ringlete” había utilizado un asiento para parar la pelea, Gerardo no había podido hacer nada pues “Care Gallo” lo continuaba sujetando.
-Decile tu muchacho que en cinco días pelea para Don Carlos, eso si que ni se le ocurra perder. Gerardo se quedo unos segundos congelado y luego fue a socorrer a su amigo, la idea de que tenían que ganar obligatoriamente no lo iba a dejar dormir.
-!En esta esquina, llegado a esta cárcel por robar a su hermana, con un peso de 65 kilos gracias al bazuco, y una altura de 1, 70 “Omar” el novato! – Uno que otro aplauso se escuchó en el salón.
-!Y en esta otra, proveniente del barrio Obrero, por haber matado a su mujer y a su amante. Con un peso de 80 kilos, y una altura de 1,78, les presento al imparable, al inigualable, al campeón escogido para abrir el torneo de Boxeo, "Pan grande”!. Los presos saltaron de júbilo y emoción.
Don Carlos solo observaba. Este tenía puesta su fe en Omar, necesitaba que ganara, pues "Pan
Grande" era manejado por Carlos Buendía, otro capo no tan fuerte, pero que estaba quitándole dinero en las apuestas. Don Carlos no podía matarlo, pues quería seguir durmiendo tranquilo, y no armar una guerra interna.
El combate empezó, “Pan Grande" era grande y fuerte pero le faltaba destreza, cosa que Omar tenía a su favor. Durante el primer Round casi ninguno se tocó, estuvieron probándose, viendo los movimientos de cada uno, “tanteándose entre si”. La gente estaba excitada, (y digo gente porque es en esos eventos, donde los presos por unos instantes vuelve a ser normales, sus emociones se afloran, la diversión llena el lugar y por un momento la alegría los hace libres de nuevo).
El sudor corría por el cuadrilátero, Gerardo estaba un poco preocupado al igual que los guardias, los cuales seguían tensos. Por otro lado, Buendía estaba sereno y el Alcaide había bajado de su oficina para ver la pelea desde un costado.
Pasaron dos, tres Rounds más. Los guardias gritaban junto con los presos y habían olvidado su actitud neutral. Hasta el Alcaide sintió ganas de apostar pero se contuvo. Los capos estaban empezando a estresarse, la pelea era pareja, y ambos contrincantes estaban agotados y sangrando pero no se podía definir a ciencia cierta quien estaba mejor o peor.
Pero en el sexto Round todo se definiría rápidamente. Al acabar el quinto Round, los dos Boxeadores tenían heridas leves pero que se podían explotar. Por un lado estaba Omar, con dos dientes a punto de caerse. De igual manera, “Pan grande” tenia los parpados hinchados los cuales le nublaban la vista. Gerardo le dijo a Omar que golpeara a “Pan Grande” en las costillas y cuando este tratara de defenderlas, arremetiera contra su cara especialmente sus ojos.
Al sonar la campana y comenzar el sexto asalto, Omar no vaciló ni un segundo y de inmediato hizo lo que Gerardo le había recomendado. “Pan grande” no podía ver, sus parpados estaban a punto de explotar y caminaba como un zombi por el Rin. En ese momento “El hacha” gritó- !Acaba a ese hijueputa!.
Los presos quedaron congelados y el alcaide, que ahora estaba al lado de Gerardo solo dio un brinco cuando vio caer a “Pan Grande” y luego al arbitro contar hasta diez y alzar las manos en señal de que este había quedado derrotado.
El gimnasio estalló en una bulla demencial, todo el mundo gritaba !Cuervo! !Cuervo!, Pues este era su apellido, luego alguien gritó “Happy Lora” y así quedó bautizado.
De inmediato, los guardias rodearon las puertas por si la alegría se convertía en motín, Buendía solo dibujó una sonrisa en su cara, aceptó su derrota y mandó a que le pagaran a “Don Carlos”.
Este no dejaba de abrazarse con sus subalternos, y de contar su dinero. En el Rin, Gerardo le daba besos y abrazos al recién nombrado “Happy Lora”, pero este estaba en shock, era tanto su cansancio junto con la alegría, que entró como en una especie de trance y ni se percató que los que lo cargaron y felicitaron eran “El Chori” y “Ringlete” los mismos que días antes habían amenazado su vida.
Durante dos semana y media, el novato ganador estuvo imparable, cuando le tocaba pelear salía victorioso, y recibía parte del dinero pues el jefe lo tenia en cuenta junto con Gerardo. Si seguía así, podía llegar a obtener el titulo. Los otros capos no tan fuertes, tenían rabia con “El hacha” porque se estaba quedando con toda la parte del pastel y lo peor, era que lo estaba haciendo de forma legal, pero como este era tan poderoso ninguno se atrevía a tocarlo.
En el transcurso de esas semanas, Omar se ganó el respeto de todos. En la cafetería le daban más comida y una que otra cosa diferente a lo que se servía en la cárcel. Los demás presos le gritaban - !campeón!, !“Happy”! ó simplemente le daban la mano y se acercaban a hablar con él. Incluso los travestís se le ofrecían pero él con amabilidad les decía que gracias que “eran muy bellas para él”.
En estos encuentros se enfrentó contra dos grandes boxeadores, uno era “El Diablo” y el otro “Bazuco”. Con el primero quedó en empate, cosa que no le gustó mucho a Don Carlos, pero esto no le resto puntos para seguir siendo el primero. Al segundo le ganó por puntos, después de 7 extenuantes Rounds. Lo que pasó, fue que "bazuco" tenia una forma de pelear y una contextura física muy parecida a la de Omar, y esto casi le cuesta la pelea. Ese día Don Carlos estuvo de mal humor, el estrés a la espera de los jueces (el alcaide y sus subalternos) por saber quien había ganado la pelea le produjo acides. Así que al terminarse el encuentro llamó a Omar y a Gerardo, y les advirtió que si llegaban a perder la pelea final, la cual era en cuatro días, sus vidas estaban acabadas pues, para esta iba a apostar mucho dinero.
Los dos hombres aceptaron con resignación su destino y se fueron a dormir. La verdad esa noche ninguno pudo dormir, ni durante los días siguientes. Su único propósito fue entrenar al máximo para poder salir victoriosos. Aunque tuvieron ganas de ir con el Alcaide esto sería peor, pues este no les creería tan fácil y si lo llegaba a hacer, la protección sería mínima, pues ellos eran unos simples delincuentes – basuqueros que gran parte de la sociedad preferiría muertos.
Los días pasaron desde que Omar casi pierde. El día de la pelea por fin llegó. Al gimnasio le hicieron arreglos, lo adornaron y hasta se invitó gente de la prensa. A algunos presos se les permitió ir vestidos con trajes y se dejo ver la pelea a casi toda la cárcel. Los que no pudieron ir, la escucharían desde su celda por los parlantes, pues hasta se contrato narrador. El alcaide estaba emocionado, un evento deportivo que hacia unir a estos hombres, les devolvía su aura de ciudadanos normales y su proyecto de reformación estaba dando frutos así fuera a punta de “golpes legales”.
Los días pasaron desde que Omar casi pierde. El día de la pelea por fin llegó. Al gimnasio le hicieron arreglos, lo adornaron y hasta se invitó gente de la prensa. A algunos presos se les permitió ir vestidos con trajes y se dejo ver la pelea a casi toda la cárcel. Los que no pudieron ir, la escucharían desde su celda por los parlantes, pues hasta se contrato narrador. El alcaide estaba emocionado, un evento deportivo que hacia unir a estos hombres, les devolvía su aura de ciudadanos normales y su proyecto de reformación estaba dando frutos así fuera a punta de “golpes legales”.
Omar rezó junto con Gerardo y salió al Rin, el árbitro lo anunció. De inmediato, los presos gritaron sus apodos y pedían que ganara. Él era el favorito pero el otro contrincante también tenía seguidores. A los segundos una silueta negra se dejo ver por el lado izquierdo del Gimnasio. Iba acompañado de su entrenador y dos amigos. El oponente era un negro, grande y musculoso que trotaba y alzaba pesas. Desde niño había sido fan del boxeo, su nombre casi nadie lo sabia, pues normalmente era llamado “Rocky Valdés”.
Omar volteó su cara para conocer a su adversario. Solo lo había visto una vez porque este estaba en el patio 3 –A donde se asilaban los psicópatas. Este sintió preocupación por primera vez, reconoció que él a duras penas se sabía mover con rapidez y tenía una pequeña idea de lo que era boxear. Pero, luego se reconfortó un poco y pensó que si le decían “Happy Lora”, la pelea iba a ser muy buena, así llegara a perder. El problema era, que sí esto pasaba, tal vez no volvería a vivir.
Para esa pelea ya había guantes profesionales de boxeo, pues los capos acordaron hacer la final con todo lujo de detalle. Don Carlos se acercó al “Happy” y le dijo “mas te vale que ganes, no tengo nada contra vos, hasta me caes bien, pero plata es plata”. Omar asintió y se paró en el centro del cuadrilátero. El árbitro, un viejo recluso que llevaba más de cuatro décadas condenado, habló con los Boxeadores, les dijo las reglas, les deseó suerte y dio la señal.
De inmediato, los boxeadores chocaron guantes, la campana sonó, Don Carlos aplaudió, el alcaide apenas se estaba sentando, Buendía y los demás capos sonrieron, los guardias alistaron sus bolillos, la prensa empezó a tomar fotos, los presos gritaron enardecidos, Gerardo aplaudió, y en
solo unos segundos, “Rocky Valdés” lanzó un derechazo potente y efectivo sobre la cara de Omar, volándole los dientes flojos que aun tenía y mandándolo medio inconsciente hacia la lona. El silencio cubrió todo el gimnasio, los asistentes no lo podían creer, el árbitro tardó varios segundos para empezar a contar. Solo se escucho una furia enardecida después de que el árbitro termino y dio como ganador a Rocky. Don Carlos abandonó el recinto, Gerardo no sabía si correr o ayudar a su amigo, Omar sólo sonrió y perdió el conocimiento.
Por Daniel Vivas
Estudiante de Comunicación